MASONERIA PERFECCION INTERNA



LA MASONERIA

En busca de la perfección interna

Víctor Manuel Guzmán Villena
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Llamase Masonería al estudio de las ciencias y la práctica de las virtudes; entendemos por ciencia lo que todos entendemos por tal, es decir, las razones del por qué de las reglas para hacer bien alguna cosa; y por virtud, el ceñimiento a las reglas del buen vivir y la práctica constante del bien, por amor al bien mismo, y nada más.La Masonería es una institución de índole compleja, que carece de religión, por existir todas en su seno y no tener, lo que las excluye a todas, sin predominio de ninguna; no tiene patria, porque ello le quitaría su carácter eminentemente universal; carece de raza, porque ella subsiste bajo todos los climas; no tiene color, porque entonces negaría la virtud, cualidad susceptible de encontrarse en cualquier hombre negro, amarillo o blanco, pobre o rico, grande o pequeño.

Los que afirman que la Masonería está en pugna con ésta o aquella religión, son personas que ignoran de todo lo que es la Institución Masónica, y que juzgan tan solo por referencia o por apasionamiento a ésta o aquella causa.

Si la Masonería atacara a alguna creencia o religión, no habría en su seno individuos que son a la vez creyentes y masones, no tendría religiosos intransigentes y masones convencidos.La Masonería deja a sus miembros la más amplia facultad de pensar y creer; pero se rebela contra toda invasión fanática, cualquiera que sea la forma en que se presente; pues todo extremo o exageración en las ideas o creencias es un vicio que exalta y que se combate sin tregua, teniendo presente para ello “Que el hombre es libre para todo, menos para ser esclavo”.La Masonería, institución altruista y tolerante es a la vez escuela, templo, academia, que a sus labores intelectuales, añade los principios que rigen en la vida las eternas enseñanzas de la más sana moral; que practica las virtudes más elevadas tratando de hacer efectivo “Amaos los unos a los otros”.

Como escuela, es una institución sobre bases objetivas fundadas en verdades evidentes. En filosofía, no da preferencia a ningún sistema, porque si es sensualista arruina los principios espiritualistas; rinde culto a la razón, atributo del hombre; pero no da preferencia al racionalismo puro porque acabaría con todos los principios metafísicos que son conocidos y respetados como principios fundamentales de ideología, por eso vemos que su filosofía es ecléctica, pues así tienen cabida todos los sistemas sin que exista la preferencia en ninguno, teniendo siempre presente: Que la verdad es una y que los caminos por donde puede el espíritu humano llegar hasta allá, son muchos.

La Masonería nunca ha ido contra ninguna religión, secta, ideología, idea, creencia ni bandería política; lo que ha hecho en todo caso es combatir todo fanatismo y toda superstición; porque esos vicios son la forma más exaltada de la razón, que pervirtiendo el entendimiento y perturbando el criterio han sido la causa del extravío de las ideas que han conducido a la humanidad a los errores más graves; de allí han salido las guerras más crueles, como han sido las guerras religiosas, de donde nació uno de los hechos históricos fanáticos religiosos más repugnables que la historia recuerda con horror y se llamó “La Inquisición”; en el mundo moderno la guerra fratricida en Irlanda, entre católicos y protestantes; en los pueblos del Medio Oriente la imposición a la fuerza del Islamismo, etc.

La Masonería ha sufrido con paciencia y resignación todas las persecuciones que le han hecho sus más crueles y encarnizados enemigos; ha visto con ojos de piedad a sus detractores; ha perdonado a todos aquellos que de algún modo la han escarnecido; pues comprende que no ha podido ser entendida por todos, y en algunos casos por sus propios adeptos, pues cuando llegue esa época venturosa en que todos los hombres sepan lo que es la Masonería, ese día será en la tierra el reinado de la libertad y la justicia regirá a las naciones y así habrá cumplido la Masonería su misión y su obra, razón para que la Masonería deje de ser.

La Masonería no es una institución benéfica, como muchas que existen con fines de mutuo auxilio; no, ella ejerce la caridad bajo todas sus manifestaciones; pues la Masonería cree que, no son sólo mendrugos los que necesita la humanidad: así, pues, un consejo a tiempo; una observación oportuna; una amonestación conveniente; una reprensión sin acritud; una corrección sin avergonzar u otro medio cualquiera de enmienda a las faltas, defectos o extravíos son también obras de caridad que debemos emplear en favor de los hermanos y amigos. “Compartir las alegrías y aliviar las penas” son deberes de fraternidad. “no sólo de pan vive el hombre”.

La Masonería rinde culto excelso a la virtud, adora la verdad, respeta la razón, lucha por la justicia y ama el derecho, emanaciones del Gran Arquitecto del Universo. Los masones lo consideran como el ser eterno y existente y es por ello que el humano es inmortal, que se prepara en esta vida para otra eterna y futura, en idéntica contraposición primero con la filosofía de la antigüedad y luego con las doctrinas religiosas de occidente que circunscriben la existencia humana a la vida presente.Por tanto, estas dos doctrinas: la de la unidad del Ser Supremo y la de la Inmortalidad del Alma constituyen la filosofía de la Masonería. De ahí que en la historia de la humanidad siempre encontraremos instituciones y asociaciones que enseñaran estas verdades de un modo alegórico y simbólico, a pesar de desarrollarse muchas veces en un ambiente en que predominaba el oscurantismo intelectual y la degradación de las antiguas religiones politeístas y creo a tener derecho de sostener que esas acusaciones fueron la inunabula, es decir los predecesores de la institución masónica, tal como hoy día existe.

TEMPLO MASONICO

Como la palabra masón quiere decir Albañil y todo en la masonería se enseña por medio de alegorías, el fin de una sociedad de albañiles ha de relacionarse con el oficio que representa. En el lenguaje masónico siempre tiene como objetivo primordial construir o restaurar un templo. Este puede ser el templo de la naturaleza o el templo interno, en que debe reinar la libertad, la igualdad y la fraternidad y se enseñe la virtud y la moral propia de la Orden.

La masonería es el estado ideal del humano; es el estado en que él encuentra y conserva su perfección y su felicidad. Este estado ha sido destruido por la religión, los dogmas y el fanatismo. Estos han quitado a los humanos su libertad primitiva, su igualdad y destruido su fraternidad. Por ello la masonería lucha por devolver al hombre su perfección y felicidad original, su libertad, su igualdad y su fraternidad natural.


LEYENDAS MASONICAS

El ritual masónico está lleno de leyendas, sobre todo en los grados superiores, comenzando por el Maestro, en que está la leyenda de la muerte de Hiram. En estas leyendas van envueltas las alegorías para comunicar su luz entre los hermanos y ocultarse de los profanos.La diferencia entre alegoría y símbolo es que este tiene un significado puramente convencional, de modo que es imposible de que el que no está en el secreto, lo descubra; la alegoría, en cambio, “es un discurso o narración en la cual hay un sentido literal y otro figurado, un sentido patente y otro conexo, siendo la intención del que usa el sentido patente la de indicar por analogía o comparación, el figurado u oculto”.La interpretación de la alegoría es fácil, y por eso alguien ha dicho que “la alegoría habita un palacio diáfano”. Por ello todas las leyendas de la masonería son alegóricas y tienen su importancia en su verdad histórica.

LOS SIMBOLOS

La iniciación no es más que el comienzo del trabajo interno de la masonería. Luego viene un proceso de instrucción donde se aprende el simbolismo de las leyendas.Todo es símbolo en la masonería. La de los tres primeros grados suele llamarse también masonería simbólica, a diferencia de la otra, que es la de los grados filosóficos. El símbolo es una imagen sensible empleada para expresar un sentido oculto, pero analógico. Pero esta imagen simbólica es solamente convencional, es decir, que no tiene más que una relación convencional, acordada libremente entre los que usan, con la cosa significada. Por tanto es imposible que el que no está en el acuerdo se dé cuenta de su sentido.No sería posible que diera aquí el sentido simbólico de todo lo que hay en una logia y de todas las ceremonias que se usan. Sería menester mucho espacio para ello; tanto más cuanto que la significación de los símbolos tienen sentidos diversos a medida que el iniciado se va internando en grados y conocimientos masónicos.

Para ejemplizar lo anterior vamos analizar el triángulo que representa el Gran Arquitecto del Universo, o trinidad masónica, o sea, la naturaleza con sus tres reinos, mineral, vegetal y animal. La palabra dios comienza en muchos idiomas con la letra D, letra que en griego es un triángulo. En el medio está la letra G, que significa generación.

“Este dios trino, dice Ragón, tiene tres misterios que simbolizan también los tres lados del triángulo: 1º Todo es formado por la generación. 2º La destrucción sigue a la generación en todas sus obras. 3º La regeneración, bajo otras formas, sigue los efectos de la destrucción.

Analicemos otro símbolo que es la piedra bruta, la piedra pulida. La piedra bruta representa el trabajo de los aprendices que deben trabajar para pulir sus perjuicios del mundo profano, Mientras que la pulida está trabajada como lo hacían los obreros del templo de Salomón, al orden interior para la construcción de su templo.

CONSTRUCCIÓN DE NUESTRO TEMPLO INTERNO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
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Tantas veces se ha definido a la masonería diciendo que “es la ciencia de la moral velada en alegorías y esclarecida por medio de símbolos”. Allí se expresa el principio exacto: la masonería es una ciencia, una filosofía, un sistema de doctrinas, que se enseña de un modo peculiar por alegorías y símbolos.

Por eso para investigar el origen de la filosofía masónica, varios historiadores e investigadores se han remontado hasta la más remota antigüedad, en donde se encontraran sus principios en el seno de asociaciones similares, en las que se mantenían y se enseñaba la misma filosofía.

Pero si se confunden las ceremonias masónicas con su filosofía y se buscan sus orígenes de la asociación en for mas externas semejantes a las actuales, bastará con retroceder tan solo hasta los principios del siglo XVIII, pues en esa época se introdujeron grandes modificaciones al ritual. Y habiendo llegado a la conclusión de que no debemos investigar el origen del ritual, sino la filosofía masónica, nos resta ver cual es la natural característica de esta filosofía.

Nuestra filosofía considera al Gran Arquitecto del Universo como un solo eterno y existente y al hombre como ser inmortal que se prepara en esta vida para otra eterna y futura, en idéntica contraposición con la filosofía de la antigüedad que circunscribía la existencia humana a la vida presente.

Teniendo en cuenta que el origen de la masonería especulativa data de la construcción del Templo de salomón, que es la espiritualización y la ubicación simbólica más destacada e importante de la masonería por el trazado de arquitectura que constituye la aplicación de nuestros símbolos, de los cuales en este pequeño trazado extraído algunos elementos como: la piedra bruta o basta, que es la representación del humano en su estado natural, ignorante, es decir el ser sin instrucción y que no ha sido pulido, que aún permanece áspero y tosco, en espera que se lo labre y pula. Y cuando la instrucción ha ejercido sus influencias exponiendo el intelecto del humano, frenando sus pasiones hasta entonces indómita y purificando sus vidas se le representa por medio de la piedra cúbica o terminada, que los diestros obreros han pulido y tallado para que ocupe un sitio adecuado en el edificio.

La piedra cúbica, hecha para ocupar un lugar determinado en el templo, no solo si mboliza la perfección humana, sino que cuando nos referimos representa la perfección total. En realidad es un símbolo del carácter social de nuestra Institución.

La tradición dice que existían tres clases de trabajadores en la construcción del templo, y en la masonería especulativa constituye parte fundamental de su vivencia y son los aprendices, compañeros y maestros.

De los útiles de trabajo empleados por nuestros antiguos masones eran pocas y sencillas. De ella tomaré tres imprescindibles que son: la regla de 24 pulgadas; el mazo o martillo de picapedrero; y el cincel.

Con la regla: el operario media las dimensiones de la piedra que iba a preparar para construir el edificio. Para nosotros nos representa las 24 horas del día, que la dividimos en tres espacios de tiempo de 8 horas: (ocho para el trabajo; ocho para descanso; y 8 en hacer el bien). Significa el buen reparto del tiempo para tener una vida equilibrada, serena y armónica.

El mazo: Representa en nosotros la voluntad con que ejecutamos. Es la fuerza de la conciencia para controlar nuestras pasiones, de manera que nuestras palabras y acciones se leven sin mancha. Es la fuerza de voluntad como procedimiento persuasivo que penetra en nuestro subconsciente hasta llegar a las capaz más profundas de la conciencia, en donde se anida las tendencias inadecuadas como son los vicios, defectos, pensamientos negativos, y mediante la voluntad debemos cambiar nuestro ser interno, no mediante órdenes dadas a nuestro ser externo, sino mediante el razonamiento, procurando el gran cambio hasta convertirnos en el nuevo hombre mediante el uso de la voluntad y no de la fuerza.

El cincel: es la que mediante el golpe del mazo atiza la piedra para dejarla en condiciones de ser colocada correctamente en el edificio. Este instrumento Representa en nosotros el pensamiento determinado, la resolución tomada. Simbólicamente muestra la virtud de la inteligencia y de la educación que recibimos. Perfila nuestra personalidad a base del buen uso de la inteligencia. Mediante el mensaje emerge de este símbolo el masón debe entrenar la inteligencia para crear nuevos avalores intelectuales y al mismo tiempo sensibilizar más nuestro ser interno. De tal manera que esa voluntad tenga nuevos modelos, nuevas pautas, a fin de que el cambio venga de dentro hacia afuera, en manifestaciones que den a entender que el humano ha ido cambiando poco a poco y mejorando ese ser interno.

Así como se supone que cada masón simboliza un templo espiritual y la logia de los hermanos representa el universo. Nos referimos a este simbolismo. El Templo de Salomón es el arquetipo de una logia, en la cual todos los símbolos de la ciencia especulativa aluden al arte operativo. En la logia es importante darse cuenta la forma que tiene, es la de un paralelogramo, teniendo su mayor longitud de Este a Oeste y su anchura de Norte a Sur. Cualquiera otra forma es incorrecta y antimasónica, porque no expresa la idea simbólica de que se trata de representar.

Ahora bien, el mundo es un globo, o mejor dicho un esferoide aplastado en sus polos, y por tanto, al hacer el paralelogramo su símbolo, parece presentar, a primera vista, dificultades insuperables; pero el sistema de simbolismo masónico ha sufrido la prueba de una experiencia demasiada larga para que puede fallar; y por tanto, este simbolismo demuestra la antigüedad de la orden.

En la era de la construcción del Templo de Jerusalén se suponía que la tierra tenía esa forma que nosotros simbolizamos, la forma comprende todo la parte del globo que en ese entonces se suponía habitado y se denominada “la forma de la logia”; por tanto, la logia masónica es para todos los hermanos y hermanas un símbolo del mundo, al que a veces, se le da mayor extensión, pues el mundo y el universo son sinónimos cuando se hace de la logia el símbolo de la representación del universo. Pero en este caso a su definición más extensa se añade a las ideas de longitud y anchura, las de altura y profundidad, diciendo entonces que la logia tiene la forma de un doble cubo, en el cual se comprende los límites simbólicos siempre presente la memoria que la logia es el símbolo del mundo por su forma y extensión.

De este breve análisis de la simbología masónica, podemos sacar las siguientes conclusiones:

a) Que nuestros hermanos de la antigüedad, se dedicaron mientras predominaba en la Institución el arte operativo a construir templos materiales, de los cuales el más célebre es del rey salomón.

b) Que los masones dejaron de trabajar en la construcción de templos físicos cuando la ciencia especulativa sustituyó el arte operativo y empezaron a laborar en templos vivientes.

c) El trabajo de todo masón que comprende debidamente su arte estriba en construir un templo viviente. Y el trabajo es una palabra importante en la masonería, porque únicamente trabajando es como el humano se convierte en masón. En la obra que realizan las logias en nuestras tenidas de trabajo, no edificamos templos visibles. Nuestro trabajo sea hace visible en obras imperecederas a favor de una sociedad libre, justa, solidaria y equitativa. Sino logramos hacerlo desde la posición en la que nos encontremos no hemos comprendido nuestra filosofía y hemos perdido el tiempo buscando el secreto. Pero si ponemos un granito de arena para construir un mundo más digno, quiere decir que la masonería supervivirá al paso del tiempo, y a cada uno de nosotros cuando dejemos de existir se diga que nuestra obra estaba bien hecha.

Bibliografía:

Manuel del aprendiz; Aldo Lavagnini, 1992, Editorial Kier, Buenos Aires, Argentina.
El Libro negro de la masonería; Serge Reymound de la Ferriere, 1970, Editorial Diana, México.
Manuel ortodoxo del aprendiz masón, Luis Umbert Santos, 1988, Editorial Max, México.
Historia de la masonería, Luis Umbert Santos, 1970, Editorial Pax, México.
El sistema de la masonería especulativa; Ensayo leído ante la Gran Logia de Alabama, Estados Unidos.

TRASCENDENCIA DEL RITUAL MASONICO

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
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En la vida profana asistimos con frecuencia a ritos y ceremonias en su mayoría llenas de intrascendencia. Sin embargo, sus actores la sienten con mucha riqueza, aunque esta sea de carácter material. Esta aseveración se la hace porque este tipo de ritos no están llamados a un progreso interior si producen lo que antiguamente llamaban magia, en la cual se invocaba a las fuerzas de la naturaleza para el beneficio de sus protagonistas.

En contraposición a ellas, los masones practicamos nuestros ritos, en la pasividad de nuestros templos, rodeados de la grandeza y sinceridad de su trascendental significado, donde las enseñanzas nos parecen siempre nuevas, inspiradoras, vivificantes y prácticas para la vida.

El rito es una vía para asegurar la comunicación intuitiva entre el mundo profano y lo sagrado. Permite al iniciado trascender para colocarlo en un estado de receptividad para captar verdades universales, y con ello romper el gran misterio. Son representaciones o psicodramas de mitos o leyendas, verdaderos calidoscopios de símbolos o alegorías en acción, que ocultan a la inteligencia común verdades superiores que son percibidas por el adepto solo por medio de la repetición exacta del ritual; enseñanzas que trascienden el tiempo y el espacio. Por ello era llamado el “Oráculo eterno” por los antiguos egipcios.

El rito es en realidad una apertura. Se trata de romper con el mundo exterior e introducirnos en el mundo interior, de tal manera que repercute dentro de nosotros la revolución del universo, su constante transformación y su influencia en nuestra interioridad. Somos el macro y microcosmos, y de esta manera nuestra alma tiene una constante evolución hacia la búsqueda del conocimiento oculto que nos permite avanzar hacia la luz.

Por ello al asistir a las tenidas masónicas, en nuestras fuerzas internas, deviene una cohesión entre los hermanos para convertir el templo material en un templo espiritual, donde las pasiones no pueden desencadenarse, y más bien nos envuelve una atmósfera predispuesta a recibir las enseñanzas.

Nosotros, en el interior del templo, no estamos en presencia de un simple acto teatral rodeado de misterio. Más bien su sentido es pasar a un estado de reflexión sobre el sentido simbólico, que va dejando huellas intensas en cada uno de sus participantes. Va creando una confraternidad, donde cada uno de los participantes son eslabones que forman una cadena indestructible de unión, que va desde las tinieblas hacia el descubrimiento de la luz.

Pero para llegar a ese estado de iluminación interior tiene que darse gradualmente, de escalón en escalón, según los grados de nuestra jerarquía iniciática. La calidad iniciática se perenniza en nuestro ser, aunque dejen de ser activos y esté en sueños. El carácter sagrado de la iniciación no puede ser borrado de su conciencia, siempre será masón o tratará de ser tal.

En el instante de la apertura de los trabajos masónicos, cuando el Venerable Maestro invoca a través de la fuerza de la palabra, la presencia del Gran Arquitecto del Universo, éste se convierte en el mediador entre las fuerzas del cosmos y capta esa fuerza, es transmitida al Ara de Votos, que actúa como un condensador de energía, y de esta al primer y segundo vigilante. Una vez que esa fuerza ha sido irradiada a todos los hermanos presentes en el Templo, regresa para acumular en el ara, siendo esta la energía que se irradia permanentemente en toda la atmósfera del Templo. En el momento del respectivo cierre se agotan las energías, baja la secuencia al segundo vigilante, luego al primero, al Ara de Votos y al Venerable Maestro.

El ritual es completado con la formación de la cadena mágica de la unión, que actúa como una barrera infranqueable sostenida por las energías que emanan de todos los hermanos y que han sido recogidas durante el proceso del rito. Allí entrelazadas las manos, se pone a prueba la acción y puede determinar las reacciones de los hermanos. La fuerza que circula encauza a cada uno de los hermanos hacia fines precisos.

La ceremonia masónica debe expresar más allá de las palabras del ritual mismo. Es una reunión para recibir y emitir corrientes magnéticas, a fin de construir una radiante forma mental de perfectas proporciones, que sirva como hilo conductor de la energía espiritual y distribuida en forma magnánima.

La Masonería tiene un ritual de profundos significados simbólicos, que cuando se comprende su armonía, se deja fuera de sus muros el mundo externo; cesan las disputas y se enaltecen los valores, se aprende lecciones de fraternidad y la cooperación como la suprema voluntad de la evolución, a fin de ordenar todas las cosas en forma bella, fuerte y sabiamente dispuesta.

EL SILENCIO MASONICO

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
M.·.M.·.

Saber callar no es menos que saber hablar, y esté último arte no puede apreciarse a la perfección sin antes habernos adiestrado en el primero, rectificando por medio de la escuadra de la reflexión todas nuestras expresiones verbales instintivas.

Tiene el silencio, cuando el pensamiento se refleja sobre sí mismo, un cierto sentido religioso. El que calla oye las voces que armónicamente habla en su interior. Apaciguados los sentidos y extinguida momentáneamente la comunicación con el interior, se logra una relación con el misterio de lo infinito, predisponiéndose a recibir las manifestaciones que emanan de las obras artísticas y filosóficas.

No hay duda de que las grandes producciones e investigaciones se han logrado estando sus autores encerrados en el silencio. De este estado anímico surgieron manifestaciones estelares del espíritu humano del silencio interior, del aislamiento, de la abstracción completa. El ruido externo no cuenta para el hombre que está encerrado en su mundo interior. Puedo mencionar el caso de Beethoven que produjo una de las más bella y geniales sinfonías de la música siendo sordo; como también a Cervantes que escribió las inmortales páginas de su Quijote en el aislamiento forzado de un calabozo.

En la antigüedad, el beneficio que produce el silencio fue comprendido por Pitágoras, quien expresó: “El silencio es obra más fecunda que los juegos malabares de tantas energías gastadas en discursos, que son un mar de palabras y un desierto de ideas". Es así que a los jóvenes que ingresaban a su escuela se les imponía cumplir un noviciado que duraba por lo menos tres años. Los noviciados estaban sometidos a la regla absoluta del silencio durante sus lecciones. No tenían derecho hacer objeciones a sus Maestros ni discutir sus enseñanzas. Debía recibirlas con respeto y luego meditarlas largamente y a solas. Para imprimir esta regla en el espíritu del nuevo oyente, se le mostraba una estatua de mujer envuelta en un largo velo y con un dedo sobre los labios, la Musa del Silencio. Pitágoras no creía que la juventud fuese capaz de comprender el origen y el fin de las cosas. Pensaba que ejercitarla en la dialéctica y razonamiento antes de haberle dado el sentido de la verdad, sólo podría producir cabezas huecas y sofistas presuntuosos.

Pero hay silencios de silencios. El silencio que no es impuesto a la fuerza y que nace del temor, el que valiéndose de represiones de cualquier índole amordaza nuestras palabras y no deja expresar libremente nuestros pensamientos, arrebata al hombre una de sus más preciadas, conquistas, la de expresar libremente sus ideas.

Sin embargo, los estados de concentración y de freno impuestos por la racionalidad a exaltaciones afectivas, hacen del silencio una palabra interior, una conversación consigo mismo, que convierte al hombre de ciervo de sus pasiones en dueño de si mismo.

Saber argumentar y saber conversar son cosas necesarias en nuestras relaciones humanas, pero esto poco sirve en circunstancias donde lo útil es precisamente callar. Para los masones el silencio encierra una gran virtud, es una concentración en nosotros mismos para adentrarnos con toda la fuerza de nuestro espíritu en la práctica de nuestra doctrina.

El silencio interior es necesario para absorber las enseñanzas masónicas. Lo que nos ayuda a desarrollar con mayor claridad las ideas y conceptos que se expone en las tenidas. En estas circunstancias las intervenciones deben llevar el sello de fraternidad y prudencia, evitando provocar amarguras y desilusiones que merman nuestro concepto de la verdadera virtud y que representan los ideales de la Fraternidad.

El silencio y la compostura que debe imperar siempre en todos los actos y reuniones masónicas debemos observar los masones en todo momento, ya sea en el mundo profano y dentro de nuestros templos donde debe existir una verdadera seriedad y orden que nos ayude a perfeccionar cada día nuestra piedra bruta.

La Masonería nos enseña a darle el valor justo y preciso al silencio. Los deberes masónicos figuran como una de las principales recomendaciones. Y una vez más nos enseña el camino para mejorar nuestra condición humana, pulirla y elevarla por encima de nuestros defectos y pasiones, para así convertirnos en personas más útiles a la sociedad, desarrollando al mismo tiempo los factores positivos de nuestra personalidad.

En silencio bien practicado se eleva al rango de virtud, gracias a la cual se corrigen muchos defectos, por lo mismo que se aprende a ser prudente e indulgente con las faltas que se observan. Por eso la Masonería simboliza con la llama, la cual debemos extender en silencio, una capa sobre los defectos de nuestros semejantes.

Debemos hablar sólo cuando por medio de nuestras palabras hacemos labor constructiva, contribuyendo a enmendar errores o a esclarecer conceptos. Sólo entonces cumple la palabra su cabal y perfecta misión vertiendo el consuelo y la luz en las almas. Es más, el silencio guardado en algunos casos puede encubrir malas acciones o pensamientos torcidos y, en ese caso, que debemos desterrarlo valientemente para encender la luz de la verdad con nuestras palabras.

LENGUAJE SIMBOLICO


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
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Es inviolable por su naturaleza y se conserva hoy tan puro como cuando se encontraba en los templos de la India, la Samotracia, de Egipto y de la Grecia. El que no estudia cada uno de nuestros tres grados, no comprende bien los símbolos ni explica su oculto significado. Podrá vanagloriarse con los títulos pomposos del maestro, hacer señas mas o menos extravagantes y pronunciar palabras judío-bárbaro-helénicas; pero no será nada, no sabrá nada que ignore cualquier mediana educación.

Es decir, en otras palabras, desde el inicio mismo, una de nuestras principales obligaciones como masones, quizá la más importante, es la de dedicarnos al estudio, la comprensión y la explicación del oculto significado de los símbolos que nos rodean heredados desde la más antigua antigüedad. Nuestra institución encierra un secreto oculto detrás de esos símbolos secretos que debemos llegar a conocer mediante el aprendizaje del idioma sagrado: el idioma simbólico.

Si observamos cuidadosamente lo que nos rodea, nos daremos cuenta, de que todo lo que se manifiesta en el universo es simbólico. La posición de las estrellas, la jerarquía y movimiento de los planetas, el sol y la luna, el día y la noche; la tierra, sus estaciones, los elementos que la componen, las variadas formas y cualidades de las piedras, los minerales y las plantas, así como el comportamiento y las funciones de las aves, los peces y todos los animales que habitan, son símbolos diseñados por las fuerzas de la naturaleza. También los colores, sabores, sonidos y por supuesto el humano son símbolos del universo.

Por otra parte, si observamos las manifestaciones culturales, nos daremos cuenta de que todas ellas son también simbólicas; los números, las letras, son símbolos de energías que se encuentran detrás de ellos. El arte, en todas sus manifestaciones, cuyos orígenes son sagrados, son siempre expresión simbólica de ideas sutiles inspiradas al artista por las musas. También los idiomas, pues cada palabra o conjunto de palabras son símbolos de alguna idea que ellas expresan.

Para el hombre antiguo, tanto la agricultura como la artesanía y hasta el comercio y la guerra, así como la construcción de ciudades, templos, habitaciones, carruajes y naves, incluyendo cada uno de los utensilios que usaban para la realización de sus oficios; todos los juegos que practicaba y en fin, todo lo creado por la naturaleza y el humano fueron símbolos vivientes de una realidad que trascendió.

También los antiguos sabían que las verdades más altas llegan a nosotros a través de los símbolos y que los hombres podemos utilizarlos como vehículos de conocimiento, que si conducimos adecuadamente nos llevará precisamente a la comprensión de esas verdades.

Todas estas órdenes de la existencia son armónicas y se dice que esta armonía, a la que nuestros símbolos masónicos nos habrán de llevar, es así mismo un símbolo de la unidad universal, de la cual todas estas órdenes provienen, y a la que toda la creación finalmente retorna.

El hombre, desde su origen mismo, ha vivido en función de los símbolos que lo rodean, pero a partir de la entronización del racionalismo durante esta época que algunos actores tradicionales llaman “Del Oscurecimiento Creciente”, el hombre occidental pareció olvidarlos casi por completo, y se abocó de lleno al desarrollo, la especialización y la manipulación de las ciencias empíricas y técnicas, llevado por una ilusión de progreso indefinido, cuyas últimas consecuencias ha sido la tremenda crisis que vive el mundo moderno.


Aunque la ciencia empírica y la psicología no es la materia que nos compete, resulta sin embargo interesante observar que aún esta ciencia moderna ha establecido con asombro que el hombre actual en el estado ordinario de conciencia, escasamente utiliza cuando mucho un 10 por ciento de sus capacidades mentales y emotivas; y lo que es aún más asombroso, recientes investigaciones psicológicas han logrado demostrar que la educación moderna que todos la hemos recibido, utilizando únicamente métodos racionales, analíticos y discursivos, no solo no despierta aquellas potencialidades dormidas sino que por el contrario, atrofia ciertas partes de nuestro cerebro que son precisamente aquellas que se activan cuando el humano se pone en contacto con energías superiores cuando se conectan con las musas que inspiran al artista o cuando comprende el lenguaje de los signos.

Esas investigaciones psicológicas han llegado a demostrar “empíricamente” que ciertas funciones del cerebro que se encuentran activivos en los niños, se van atrofiando a medida que van creciendo rodeado de prejuicios y condicionamientos que le impone la educación oficial que se imparte; y que únicamente se conservan estas facultades despiertas, en alguna medida en aquellos que mantienen contacto con el arte y con el símbolo.

También los psicólogos se han ocupado de observar, pretendiendo descubrir algo nuevo, que los mitos, los sueños y las leyendas afectan de modo sensible al psiquismo humano y que ciertos símbolos se repiten de tal manera en las experiencias de sus pacientes, que este hecho solo puede ser explicable si se considera que estos se encuentran en lo que ellos llaman el inconsciente o subconsciente colectivo y que otros autores llaman con más propiedad la memoria colectiva de la especie humana.

Hoy día a nadie cabe duda de que los símbolos ejercen en el humano un gran poder transformador. Basta observar la influencia determinante que ejercen en el hombre moderno la publicidad y propaganda a través de los medios de comunicación donde se reproducen sistemas simbólicos, los resultados son elocuentes, muchos creen que es la realidad misma y así podemos darnos cuenta de que el ser humano posee una naturaleza tal que es sensible a los símbolos; que estos pueden actuar sobre nosotros y afectar de modo determinante nuestra conducta.

Para adentrarnos en el lenguaje simbólico, en primer lugar es necesario distinguir dos clases de símbolos que corresponden de manera precisa a dos aspectos de la realidad y a dos maneras de encarar la vida: los sagrados y los profanos.

Los símbolos sagrados, según nos dicen expresamente aquellos que nos lo han legado, han sido revelados al hombre; su explicación oculta fue transmitida por tradición (de boca a oído) a través de los siglos y se dice que sus orígenes se pierden en las noches de los tiempos.

Los símbolos profanos como los utilizados por la propaganda comercial y política, han sido por el contrario inventados por el hombre moderno, antiguamente no se conocían y modernamente se han generado y reproducido convirtiéndose en un instrumento más que contribuye al adormecimiento de la gente.

Los símbolos sagrados son exactos y su contenido se encuentra expresado de una manera precisa en las distintas formas que adquieren; los profanos en cambio no tienen ningún contenido claro ni preciso y muchas veces son engañosos, pues exteriormente manifiestan cosas que interiormente no contienen.


Nosotros nos manejamos únicamente con los primeros, pero no podemos dejar de observar los segundos, pues debemos aprender a distinguirlos claramente y también porque estos últimos nos ayudarán a desentrañar los signos de los tiempos que nos ha tocado vivir; por otra parte, es necesario distinguir dos aspectos opuestos y complementarios que también corresponden a dos maneras de encarar la realidad: lo exotérico y lo esóterico.

El primero se refiere a lo externo, a la forma que el símbolo toma para expresarse sensiblemente, a su manifestación visible. El aspecto esotérico indica más bien lo interno, el contenido oculto en el símbolo mismo, la idea-fuerza o la energía inmanifestada e invisible que detrás del símbolo se encuentra.

En el símbolo sagrado el aspecto exotérico no es de ninguna manera arbitrario ni casual, por el contrario, obedece a ciertas leyes exactas y precisas y por esto decimos que ambos aspectos se complementan: porque la manifestación externa del símbolo es la que trae al orden sensible aquello que pertenece a un orden superior a lo cual podemos llegar si logramos atravesar o traspasar el mero aspecto formal.

Lo esotérico pues es anterior y por lo tanto jerárquicamente más alto que lo exotérico, y es a ello a lo que el lenguaje simbólico, bien entendido, nos debe conducir, pero el aspecto externo es más bien necesario para que el símbolo se exprese a nuestro orden sensible, velando su contenido a quienes no tienen ojos para ver lo interno de las cosas, pero más bien desvelando o revelándolo a los que si están capacitados para ver.

De esta manera lo exotérico puede variar al expresarse en los variados ordenes de la existencia o en las distintas culturas; pero lo esotérico se mantiene invariable de la misma forma en que una idea puede ser expresada en varios idiomas sin que su contenido se altere.

Si observamos los símbolos exclusivamente desde el punto de vista exotérico, encontramos variadas formas de expresión simbólica en las distintas manifestaciones del universo y en los diversos pueblos; podremos, como lo hace la ciencia moderna archivarlos, exponerlos en museos, enciclopedias y hasta llegar hacer eruditos conocedores de los mismos, pero no podremos llegar hasta el verdadero conocimiento y comprensión.

Si, por el contrario los abordamos desde el punto de vista esotérico, más bien nos daremos cuenta de la identidad de todas las culturas verdaderas; podremos observar como símbolos y sistemas simbólicos en apariencia muy diferentes, pueden ser sin embargo idénticos en su contenido, y como la síntesis que se obtiene mediante las adecuadas relaciones entre los distintos ordenes de la existencia y entre los variados sistemas simbólicos de todos los pueblos, es lo que nos conduce a la verdadera comprensión y conocimiento de las energías secretas que detrás de los símbolos se ocultan.

Sin embargo es necesario hacer la observación de que lo esotérico nada tiene que ver con lo mal llamado ocultismo, ni mucho menos con las prácticas llamadas hechicerías y la superstición como algunos estarían tentados a creer, sino que por el contrario nos conduce más bien a lo más profundo de los misterios de la creación, ocultos en el interior de nuestra propia conciencia.

Nuestra Institución hace derivar sus orígenes de los centros iniciáticos de la antigüedad a través de los cuales se transmitió el lenguaje simbólico hasta nuestros días. A la masonería le ha correspondido, durante los últimos siglos la delicada función de ser, en occidente, el guardián de estos símbolos y transmitir su profundo significado.

Nuestra obligación pues es la de resguardar los símbolos y rescatar su sentido original y primitivo, no con el objeto de aumentar simplemente nuestra erudición, sino más bien para aplicar este conocimiento a la vida.

El lenguaje simbólico tiene el poder de actuar en la vida cotidiana y se dice que quienes se acercan a él de la manara adecuada podrán observar dentro de sí mismos la profunda acción transformadora ejercida por la energía que se encuentra detrás de nuestros símbolos tradicionales.

SABIDURÍA MASONICA


IN DEO FIDUCIA NOSTRA

VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
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Vivir no es acumular días, meses, años. Vivir no es comprobar día tras día ante el espejo de la evolución el reflejo de nuestro rostro, con más arrugas, la cabellera con menos pelo y o más blanca. Vivir no es acumular recuerdos, tristezas y desilusiones. Vivir no es ahondar en la filosofía sartreana que va de la realidad al hastió, de la existencia al existencialismo, que encuentra a la nausea en el lugar donde debe estar la felicidad, armonía y paz.

Mi generación, la de los 70, abrazamos la brecha que marcaba el fin de las causas y el principio de una eternidad sin dolor. Tratando desde entonces abandonar el yo para querer permanecer en el yo-no, aunque esos caminos fueran nuevos y prometedores, al final volvían a conducirnos siempre al mismo punto de partida: el retorno era inevitable e ineludible, la hora con el recuentro conmigo mismo.

Luego partimos a la búsqueda: la lectura, la meditación, el yoga para buscar el yo verdadero, sin saber que estaba dentro de nosotros mismo. Buscamos en escuelas, ordenes, fraternidades, sectas, religiones, nuevas filosofías, siempre con la sed del conocimiento y el acoso a muchos cuestionamiento sobre nuestra posición de la vida: Hasta que llegamos a descubrir que aquello que llamamos aprender no existe, sólo hay un conocimiento que está en todas partes, y es aquel que se halla en el interior de cada ser. Ese conocimiento tiene dos caudales que son el querer saber, y el querer aprender. Y aquí es bueno hacer una diferencia: Qué es el saber y otra como se consigue la sabiduría; el saber se aprende estudiando, la sabiduría se aprende viviendo el saber.

Al nacer, nace con nosotros de manera inseparable la doctrina. Es una cadena perfecta que jamás se interrumpe, una cadena eterna compuesta de causa y efecto, independizando del azar y de los dioses. No obstante esa unidad y concatenación de todas las cosas se interrumpe en un punto y por una pequeña grieta penetra en este mundo unitario algo extraño, algo nuevo que antes no existía para mí, y que no podía ser enseñado ni demostrado, era la doctrina de la vida, la doctrina de la liberación interna.

Desde que asomó la grieta, nada ocupa ahora más que mis propios pensamientos, como ese yo-mío, ese enigma que supone el estar vivo, de ser una persona aislada y separada del rebaño, soy yo mismo y debo aprender de mi mismo, ser mi propio discípulo, conocerme y penetrar en ese recinto tan complejo llamado YO. El sentido y la esencia no se hallan en ningún lugar, se hallan en mi mismo.

De lo dicho, sé que generará interpretaciones, explicaciones, cuestionamientos, pero la doctrina verdadera sigue adelante, triunfa lentamente, rompe las cadenas de la dependencia, de la pasividad, de la resignación y avanza en su objetivo de liberar a base de una conciencia consciente y activa, no de una pasividad de una doctrina, de una aceptación tácita. La liberación no está en la mente con una teoría, sino en la vida, a través de la vivencia.

Una doctrina puede enseñar a muchos a vivir honestamente, a evitar el mal. Pero hay algo que toda doctrina, por muy respetada y buena que sea, no puede descubrir el secreto de una vivencia. Para ello voy a poner un ejemplo muy simple pero eficaz: Si quisiéramos describir el sabor del limón, podríamos emplear horas en descripciones y análisis, y apenas tendríamos una vaga idea de lo que es su acidez y su sabor. La mejor y a la vez más rápida manera de saber lo que es un limón es partirle y degustar y así comprobaremos por vivencia propia sus propiedades. Con este ejemplo hemos logrado descubrir de qué se trata la vivencia, es decir el descubrimiento de nuestro yo a través de nuestras experiencias.

Pero muchos sentirán, que sus vivencias lo único que han logrado es acrecentar sus insatisfacciones internas, al creer que la vida pasa de manera intrascendental, porque no ha logrado hacer grandes cosas peor llegar a la cúspide de sus aspiraciones de triunfo. El secreto de trascender consiste en hacer pequeñas cosas con amor y con toda la intensidad de la vida. Cada día vivido de esa manera es como las piedras acumuladas que van formando sin sentir un gran edificio que nos hará grandes sin saberlo y sin habernos propuesto. Y así solos alcanzaremos la meta de nuestro descubrimiento interno, y para llegar nos juzgaremos solos, elegiremos o rechazaremos el camino en función a nuestra persona, pues nadie más puede vivir dentro de nosotros y conocer nuestro verdadero pensamiento y nuestros verdaderos sentimientos. La verdadera forma de pensar es desentrañar la última causa de las cosas. Sólo así las sensaciones se convertirán en conocimientos. Y en vez de diluirse adquieren contenido y empiezan a irradiar y así vamos llenando la bodega de frutos valiosos de nuestras experiencias.

Ese es el yo, que muchas veces quisimos rehuir, esconder o engañarlo. Pero hemos aprendido a dominarlo, a pulirlo, a trabajarlo y a conocerlo, como una verdadera filosofía de vida, marcada por los antiguos en el frontispicio templo de Apolo en Delfos: “Nosce Te Ipsum”.

Una manera de conocer el secreto de la vivencia es a través de la interpretación de los símbolos y signos, que no podemos considerarlos como una ilusión, un producto del azar o una envoltura sin valor. Estos símbolos, muchas veces transformados en alegorías son una especie de etiquetas que envuelven principios. Y quien nos enseña. ¡la filosofía masónica!, cuyos principios transmiten el libro del mundo y el libro de nuestro propio ser, y solo el trabajo constante y con los instrumentos adecuados trazaremos nuestro templo en las justas proporciones.

Por el estudio del simbolismo podemos obtener las llaves para llegar a la sabiduría, para sorprender las voces secretas de nuestro propio mundo interior: El verdadero masón no es el que más sabe, sino aquel que puede lograr descubrir que posee un refugio interior y ser cómplice de su intimidad.

El río es un ejemplo vivo y a la vez simbólico de lo que debe ser la vida del verdadero masón: El agua fluye y fluye sin cesar. El río es el mismo, aunque se renueva cada instante. ¿Quién puede entender este misterio? El agua nos enseña que es bueno hundirse, buscar las profundidades. El río está a la vez en todas partes: en su origen y en su desembocadura, en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente. Para él no existe más que en el presente, sin la menor sombra del pasado o del futuro. Si nos ponemos a contemplar nuestras vidas, advertiremos que nuestras vidas son un río, y que nada es real sino tan sólo sombras, separan al yo-niño del yo-hombre y del yo-anciano. Nada ha sido ni será; todo es. Todo tiene una esencia y un presente.

Allí en nuestros templos nos enseñaron que debemos vivir nuestra propia vida y encontrar por nosotros mismos el camino. Todos los hermanos al pedir luz, hicimos tres viajes, vendados, en la oscuridad. La diferencia es que hubo una mano compañera y secreta que nos ayudó a evitar dar un mal paso. Pero nadie de los presentes podía evitar que el profano pueda apartarse ni un milímetro de su destino y así enseñarle la necesidad de la vivencia. Por tanto el día de nuestra iniciación nos enseña en el silencio del templo que la sabiduría no es comunicable. Hemos aprendido en esa ceremonia que el saber puede comunicarse, pero la sabiduría no. Es posible encontrarla, vivirla, dejarse llevar por ella, pero comunicarla y enseñarla es imposible. Solo hay un camino: la vivencia, porque lo contrario de toda verdad, también es verdadero.

Por ello tenemos que ser eternos buscadores. Y conforme vamos ascendiendo en nuestra carrera masónica vamos incrementando nuestra búsqueda con mejores posibilidades. Pero esa búsqueda que no nos convierta en un ser vendado, porque ocurre que sólo podrá ver aquello que anda buscando y no logrará encontrar nada diferente a lo que busca, porque se encuentra obsesionado por su objetivo. La opción de la masonería es que nos permite encontrar. Y encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos y ver todas las verdades alrededor de nosotros y las maravillas del camino.

La vivencia dentro de nuestra Fraternidad nos ofrece la posibilidad de abolir el tiempo, de ver simultáneamente toda la vida pasada, presente y venidera, como la alegoría del río; entonces todo es bueno, es perfecto, es único. Es bueno todo lo que existe: la vida como la muerte; la inteligencia como la estupidez; lo blanco y lo negro que significa que a pesar de las diferencias de razas, lenguas, opiniones políticas y religiosa es una imagen del bien y del mal de que está sembrado el camino de la vida. Todo ello pide de nosotros la comprensión, la tolerancia, la aplicación de las grandes virtudes, todo ello comunicado y entendido por el simbolismo que es la clave de nuestros misterios.

Y para conocer esa vivencia solo se necesita un requisito: el amor. Este sentimiento nos permite llevar con alegría esa búsqueda. Amando al mundo, contemplando con amor, admirando y respetando, así la vivencia humana se transformará en nosotros en la verdadera vivencia y así entenderemos “¡Cuan bueno y cual delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”

LA LIBERTAD VALOR DE LA MASONERÍA


VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
M:. M:.

La tierra no es el centro del universo! Haber logrado captar la verdad de esta afirmación ha sido sorprendentemente la conquista de la libertad de la humanidad por conocer. Cuando Copérnico presentó por primera vez su revolucionaria teoría, que afirmaba que la tierra giraba alrededor del sol en lugar de ser al contrario, la gente pensó que estaba loco. De hecho, cuando Galileo utilizó un telescopio para probar la teoría heliocéntrica de Copérnico, se lo consideró hereje por desafiar las creencias religiosas prevalecientes con sus concepciones científicas; Galileo fue procesado y se le ordenó que renunciara a sus convicciones. Antes de enfrentarse a la tortura, renunció a sus afirmaciones y fue puesto bajo arresto domiciliario, donde permaneció los últimos ocho años de su vida. Se dice que cuando se hallaba al borde de la muerte, sus últimas palabras fueron: “no importa lo que ellos digan, la tierra gira alrededor del sol.”

Aceptamos la verdad de Copérnico y de Galileo, pero existe hasta el día de hoy creencias que impiden aceptar una verdad científica acerca del universo y penetrar en el significado más profundo en el cual cada uno de nosotros es el centro de nuestro propio universo, y no es que lo impida su capacidad mental, sino la perdida de libertad para pensar y enfrentar esas verdades y conceptos que subyacen más allá de su mente.

La verdadera libertad se divide a juicio de la filosofía, en externa e
interna.

La externa es la facultad que tenemos de obrar conforme a nuestra voluntad, dada nuestra posición y las de los demás humanos en el mundo.

La interna es la facultad de pensar, apreciar los seres humanos y sus actos conforme a los dictados de nuestra conciencia. Sobre esta base de apreciación también dividiremos la libertad en positiva y natural.

Llamamos positiva a la primera, porque está limitada por las leyes y costumbres que rigen a todos los seres; y natural a la segunda, porque los seres racionales disfrutan de ella en la esfera de su mayor o menor desarrollo intelectual y moral.

La libertad positiva disminuye o tiende

a disminuir a medida que el ser humano avanza en su saber, porque los complicados deberes y derechos que surgen del desarrollo físico, intelectual y moral del mundo, reconocen por límites y deberes y derechos iguales, que hay que respetar y que exigir de los demás.

¡Se podrá gozar de mayor libertad que en un estado puro! Cierto, debemos contemplar el mundo libre de ilusión o distorsión de la realidad que nos rodea, o de nosotros mismos; ver rosas donde hay rosas, ver espinas donde hay espinas. Veremos que esa amplia e ilimitada libertad en seres que conocen y que han desarrollado el conocimiento de la esencia del mundo que los rodea significa conocer lo que es, conocer cómo operan las cosas y conocerse a sí mismo y a los demás. Manifestar al contrario es cuando falta en el espíritu la luz del conocimiento, de la moral, del respeto a la naturaleza y a éste ser le falta la verdadera libertad, supuesto que no se piensa ni se obra sino en estrechos círculos de las acumulaciones materiales.

Por otra parte, es indispensable ejercitar esa libertad individual, porque es indispensable conocerse y comprenderse a sí mismos.

Cuando abrimos nuestros ojos a la sabiduría, no estamos obligados a elegir lo que vemos, sino que vemos exactamente lo que es. Esto puede parecernos como un desafío, sin embargo, cuando nos apartamos de la fantasía y vemos en verdad el modo de ser de las cosas, nos liberamos de la ilusión y podemos comenzar a vivir más de acuerdo a la realidad.

Cuando las organizaciones se desarrollan crean un mundo de derechos y deberes múltiples que ofrecen al espíritu vasto campo para resolverse en el sentido que considere más acertado. Entonces nace la responsabilidad moral, que es el más activo elemento para el progreso, porque teniéndose un conocimiento más seguro del bien y del mal, y siéndole imputable al hombre todo lo bueno y lo malo que produzca con entera libertad y completo discernimiento; se deduce que cuando se infringen las leyes morales, la acusación de la conciencia que es el tribunal que siempre nos juzga, no se hace esperar, y las leyes positivas pueden aplicarse con justicia. ¿No es ignorancia una circunstancia atenuante?

He aquí pues, explicado por qué la humanidad ha progresado más pero mucho más, en los veinte siglos transcurridos, que en el período o los períodos históricos, anteriores a la era cristiana. Y se debe a que seguimos una progresión creciente, de acuerdo a los tiempos en que desarrollamos nuestra inteligencia, que a tantos asusta, nos pone en condiciones de desenvolver nuestras facultades en una campo más amplio cada día.

La libertad no es otra cosa que la consecuencia necesaria de la combinación de la voluntad y la inteligencia, dirigida en variado sentido. Es un efecto del libre albedrío, innato en todo ser humano, efecto genuino y grandioso, porque es el coeficiente más activo y poderoso del progreso, y a su vez, da nacimiento a otro coeficiente de no menos importancia, que se llama responsabilidad moral.

En resumen: La libertad supone un conocimiento más o menos claro de los actos que se ejecutan y una voluntad perfectamente definida por el desarrollo de la inteligencia. Si en el hecho que se ejecuta no entra como causa eficiente la voluntad de obrar no el conocimiento de lo que se hace, la libertad no existe.

Y quién creyera que hay seres humanos que combaten estos principios fundamentales como es el progreso en todas sus manifestaciones trascendentales no sólo para la vida individual sino el desarrollo de la sociedad en su conjunto que ha llegado a un grado de desarrollo y que para la cual ha necesitado siglos para alanzar la meta de la grandeza humana y que pese al tiempo transcurrido no logra todavía arrancar todos sus secretos a la vida y a la ciencia.

De esta suerte todas las grandes conquistas del género humano en lo que va a nuestra época, son combatidas con tesón por quienes no creen en la igualdad, la tolerancia y la razón. Sin embargo que la tolerancia es la precursora y la compañera eterna de la libertad, y la igualdad es la mejor conquista de los pueblos.